viernes, 1 de marzo de 2019

¿Qué sucede cuando no existe un Apego Seguro?




Cuando creces con la certera seguridad de que un tutor permanece fiel a tu lado, puedes permitirte concentrar toda tu energía y atención en desarrollar tu verdadero ser.


Durante los últimos años se ha escrito y hablado mucho sobre el tema del Apego y el Apego seguro. Parecería que es un tema de moda, pero es que es realmente nuevo, pero verdaderamente importante.

Yo no voy a hablar sobre teorías, ya que no soy una experta en ello. Os voy a hablar, sin embargo, de mi propia experiencia, nuestra propia experiencia.

Cuando mi primer hijo nació, había muchas cosas de las que sé hoy que entonces no sabía. Aún así, puede vincularme y acompañarle de una forma bastante cercana a como hoy lo haría. Me adapté emocionalmente a la nueva situación y a las necesidades de nuestro bebé. Conforme fue creciendo, fuimos adaptando la casa y el entorno a sus necesidades, también.

Marcos, que así se llamó mi primer bebé, pronto se convirtió en un niño movido, curioso y  colaborador. Aún hoy en día, sorprende en el supermercado el hecho de que me ayuden a poner los productos en la cinta y en el carro. Pero esto viene desde los dos añitos. Era un niño ávido y tenaz y yo fui cambiando mis pensamientos y mi lenguaje fascinada por sus ganas de vivir y su fuerza. Siempre miraba a un horizonte un poquito más allá y yo me mantenía a su lado, sin intervenir si él no lo necesitaba, pero brindándole la seguridad de mi presencia incondicional. Con tres años era capaz de ayudar en la cocina y de hablar en público ante un grupo de desconocidos. Con cinco, montó su primer negocio, que precedió a muchos otros posteriores. Mucha gente se sorprendía y comentaba lo seguro que se le veía. Por supuesto, tenía sus limitaciones y sus puntos flojos, como cualquier otra persona, pero es cierto que resaltaba por tener un carácter fuerte, emprendedor y decidido.

Cuando nació su hermanito, él estuvo encantado y lo recibió con muchísimo amor. Fueron creciendo juntos y compartiendo ese camino que habíamos comenzado unos años atrás. Cada uno tenía cubiertas sus necesidades, cada uno se sentía rey de su propia vida y, respetando los ritmos y los rasgos individuales, caminaban juntos. Entre ellos no había discusiones ni celos, siempre había una forma sencilla de arreglar las diferencias.

Hasta que llegó nuestro tercer bebé y nos mudamos. En ese tiempo, yo no pude atender sus necesidades como ellos  necesitaban y, a los pocos meses, comenzó el malestar... ¿Era la llegada de un bebé? ¿Eran los celos naturales? ¿Eran los terribles cinco años? ¿...?¿...?¿...?

Nada de todo eso.... Los humanos nacemos dependientes física y emocionalmente. En los últimos años se han realizado estudios sorprendentes sobre el efecto del reconocimiento y la valoración de los adultos en los niños. Un niño no puede crecer emocionalmente sano sin la seguridad de que es amado y aceptado incondicionalmete.

Es entonces cuando nuestra autoestima se ve dañada, cuando aparecen los miedos y nuestra personalidad se debilita.

Yo no sabía todo esto cuando, inconscientemente,  "abandoné" emocionalmente a Marcos. Yo veía que le había proporcionado una vida en la naturaleza, mucha libertad y mucho tiempo a su lado, pero no me estaba dando cuenta de que sus enfados, sus rabietas, sus reacciones desagradables venían de que no le estaba mostrando lo importante que era para mí, para su madre, la persona que más debía valorarlo y reconocerlo en este mundo. El mensaje para ellos se traduce en: "Si mis padres no me valoran, es que, entonces, no valgo nada" Porque ¿quién nos va a valorar si no son ellos????

Querid@s amig@s, aquí residen todos los problemas de nuestros adolescentes. Si sus padres les dedican tiempo de calidad, escuchan sus necesidades y su vínculo y su apego son de calidad, no necesitarán buscar esa aprobación en otro lugar, en otras personas ni en otros hábitos que vayan en contra de su persona. Si alguien no los valoran, entenderán que es por esa persona, no que ellos no valen.


Después de esto, hoy por hoy, Marcos sigue siendo un niño de diez años movido, atlético, emprendedor y con un fuerte carácter de líder. Pero, en ocasiones, necesita refugiarse y volver a mí para sanar aquellas heridas que le quedaron por nuestra falta de conocimiento, conciencia y comprensión de las necesidades humanas.


De todas formas, ellos, los niños, nos lo dicen todo. Marcos no me explicó como se sentía, pero lo hizo con su cambio de comportamiento. Así que no desperdiciemos ni uno de los mensajes que nos envían, el tiempo no da marcha atrás.


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